Legaris 2003 Crianza

Ficha de cata de un simple aficionado al apasionante mundo del vino

Siempre he sido un gran defensor de la comunicación aunque ésta sea virtual–¡no por ello menos real!–, sobre todo cuando la comunicación aportada a través de feed-back es generosa y como añadido cualitativo, no persigue lucro alguno, sino sencillamente, compartir información e invitar a los demás a adquirir conocimiento–en términos gastronómicos– introduciendo las manos en la masa.

Lo peligroso de la comunicación virtual es que a diferencia de la comunicación «cara a cara» o presencial te puedes encontrar en Internet con personas soberbias y egoístas que acuden a las injurias para defender su propio ego.

El diccionario de la Lengua Española (RAE) en su acepción 4.f. nos define a la soberbia como «Cólera e ira expresada con acciones descompuestas o palabras altivas e injuriosas «.

Pues bien queridos compañer@s de la RED, hace pocos días me dirigí por escrito al personaje de referencia felicitándole cariñosamente por los contenidos de su página web cuyo enlace directo prefiero omitir–no se lo merece– y la respuesta de este «soberbio personaje» fue la siguiente:

-» Te felicito por tu magnífico blog que ya he colgado entre mis enlaces. De hecho he creado una nueva sección para blogs que antes no existía porque me parece que esta forma de comunicación ya ha tomado la suficiente enjundia para valorarla como es debido «.

Hasta aquí nada hay que decir. El problema es que cuando a un aficionado–que no es lo mismo que advenedizo ni hagiógrafo– como yo, se le ocurrió–en mala hora Sancho….–decirle al experto catador de vinos y escritor de varios libros y guías culinarias y más; ¡mucho más;¡qué digo más!; ¡mucho,mucho,muuuucho más!, que le gustaría invitarle a participar en un foro abierto de gastronomía en su Universidad–en la que no iba a cobrar un duro está claro–para que aportara su cata del vino con D.O. Legaris 2003 Crianza, el interesado reacciona contestando que si esta cata–Legaris 2003– no la tiene en su página web por algo será.

Pero no todo acaba aquí, sino que cuando un humilde profano y aficionado en materia de vinos–no tengo puñetera idea de catar vinos– le hace el comentario de que le da la impresión de que es una persona muy exigente a la hora de valorar un caldo–no olvidemos que este vino tiene varios galardones, entre los que podemos nombrar el otorgado por la prestigiosa revista Wine Spectator en su edición de diciembre y el Bacchus de Oro 2006 –el rencor y la soberbia aparecen en la escena aderezando la actitud injuriosa de este triste y egoísta personaje y elimina de su página web el enlace con el que inicialmente me había obsequiado y se deja llevar por su soberbia–replay–emitiendo juicios de valor, criticando a personas que he entrevistado y que tienen el mismo derecho al igual que lo tiene él, a criticar a algunos «Críticos Gastronómicos».

Sólo me queda comentaros compañeros del ciberespacio virtual, que nadie tiene derecho por muy grande y excelsa que sea su obra y su indiscutible experiencia profesional a limitar el derecho de expresión de las personas que quieren aprender, !sencilla y llanamente eso!. ¿Qué sería de un profesor soberbio?. ¿Se lo imaginan ustedes?.

Me gustaría dedicarle a esta persona soberbia un sencillo poema con la finalidad de animarle a compartir sus conocimientos con los demás, aunque no cobre un puñetero euro (€) por ello, dado que la humildad y la generosidad no tienen nada que ver con la hagiografía a la que él hace referencia de un modo despectivo y prepotente.

Rencor

En exasperación y en decepciones
borda las frías sábanas del lecho;
y como única joya, sobre el pecho
cuelga collar de absurdas maldiciones.

Amó, fue amada, soslayó razones,
siempre ajena al olvido, que al acecho,
la rastreó, dejando al fin deshecho
su castillo de arena de ilusiones.

Y aquel fuego voraz que consumía
lento y suave su entraña, día a día,
se transformó en arrebatada hoguera.

No sabe del perdón ni de la calma,
sólo una fuerza hostil agita su alma,
la del rencor y la venganza fiera.

Francisco Álvarez Hidalgo